martes, 13 de agosto de 2013

Lazos (Relaciones entre los personajes)




¡Hola, lectores y cactus! Después de otras dos semanas de receso obligado a causa de diversas situaciones, finalmente estamos aquí, en el post que cierra esta primera serie sobre los personajes de las historias de ficción (si se suman recién, pueden ver las entradas anteriores convenientemente ordenadas en la sección “Personajes” del índice del yermo). 

Esta primera serie ha pretendido ser una aproximación básica y a la vez esencial a las cuestiones que hacen a la creación de personajes. Hemos visto temas tales como la importancia de los mismos para las historias, conceptos básicos relacionados con ellos (caracterización, arco de personaje, motivación), y los diferentes tipos de personajes (protagonistas, secundarios, antagonistas y villanos). En el post de hoy veremos algo que vincula en cierta forma todo lo anterior y se constituye en el dulce de leche de la torta que estamos cocinando (o el chocolate, para aquellos que lo prefieren), ya que le da unidad y sustancia por un lado, y a la vez se convierte en la estrella del plato.

Estamos hablando de las relaciones entre los personajes de ficción.


1. Ninguna persona es una isla

Como escritores, somos conscientes de que las historias que narramos son principalmente una representación de la realidad humana, aún cuando se trate de ciencia ficción o fantasía, ya que –a fin de cuentas– toda la literatura nos enfrenta a problemas y situaciones que constituyen nuestra cotidianeidad, aun cuando parta de cuestiones que poco o ningún asidero aparente tengan en el mundo real y conocido. Así como el mito sirvió para explicar todo aquello que superaba el entendimiento de la gente en las etapas tempranas del desarrollo humano (e incluso sobrevive hasta hoy en numerosos aspectos de nuestra existencia), la literatura y gran parte del arte en general siguen cumpliendo esa función, ya que –de una forma u otra, de modo consciente o inconsciente de parte del autor– buscan por lo general echar luz sobre uno de los abismos hasta hoy más insondables: el interior de uno mismo.

Y así, tal como en nuestro mundo real, los personajes –y sobre todo los protagonistas, nuestras estrellas– no existen como islas independientes, sino en directa relación con aquellos otros que pueblan las historias. No importa cuán genial llegue a ser en sí mismo el personaje que creamos, los momentos en los que de verdad brillará serán aquellos en los cuales su interacción con los otros personajes saque lo mejor o lo peor de él.

Diciendo esto recalcamos lo que ya habíamos anotado cuando hablábamos de los personajes secundarios: es fundamental trabajar lo suficiente en todos los personajes que cumplen algún rol relevante en la historia que estamos construyendo, no solo en el o los protagonistas, ya que al dar a este o estos un buen equipo, multiplicamos las oportunidades de que muestren lo que tienen adentro y de qué madera están hechos, con la directa consecuencia de una mejor presentación ante el lector. 


2. Nuestros lazos nos definen 

Nuestro diario andar por la vida nos pone en contacto con mucha gente. Desde el chofer del ómnibus que abordamos para ir al estudio o al trabajo hasta la cajera del super donde paramos antes de regresar a casa, pasando por nuestros compañeros de tareas y familiares, todos nos llevan a interactuar con ellos de alguna manera en particular. Las personas con las cuales tenemos afinidad ven una versión completamente diferente de nosotros de la que ven aquellas que nos sacan de nuestras casillas. El limpiavidrios al que le ladramos un "¡NO!" muy poco amable cuando se acerca con el jabón hacia nuestro parabrisas tendrá de nosotros una opinión muy distinta a la del voluntario de la asociación que rescata animales en cuya alcancía depositamos un aporte medianamente generoso. Dos versiones de nosotros mismos en los treinta segundos que tarda en cambiar el semáforo.

De esta manera, no resulta exagerado decir que los otros nos construyen, como todos hemos leído alguna vez en nuestros libros de sicología de la secundaria. Nuestras interacciones definen una importante parte de nuestra identidad porque sacan al exterior las diferentes aristas de nuestra compleja personalidad.

Lo mismo pasa con los personajes: las interacciones también definirán los rasgos del carácter de ellos con mucha más claridad que los párrafos y párrafos de descripciones que el autor pueda insertar. No importa con cuánto énfasis digamos que nuestro protagonista es un encanto si después lo vemos pateando un gatito o tratándole mal a la persona que hace la limpieza en su oficina.


Bien, amigos del yermo, hasta aquí esta primera serie dedicada a los personajes. Espero que les haya gustado y no duden de que en el futuro seguiremos hablando de ellos ya que, en la humilde opinión de esta forajida, constituyen la base sobre la cual se erigen las historias que narramos. Es por ello que, como les vine diciendo desde el principio, se justifica plenamente invertir una buena porción de tiempo y esfuerzo en comprenderlos y desarrollarlos.

Les deseo, como siempre, una fluida y satisfactoria escritura.

¬-(o_Ó)



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