martes, 4 de junio de 2013

Cabalgaré contigo al atardecer - I (Introducción a la creación y desarrollo de personajes - Primera parte)

























Hoy tengo el gusto de iniciar una serie sobre mi parte favorita de todo el proceso de escribir: la creación y el desarrollo de los personajes.

Entre la gente con más experiencia en el tema de la escritura suele existir una discusión acerca de que las historias pueden encontrar su fundamento y fuente de energía en dos elementos diferentes: los personajes y la trama.

Yo me inscribo sin dudarlo en el primer grupo, aun cuando he terminado sin mayores dificultades libros cuyos personajes no me llamaban demasiado la atención solo para recorrer los caminos de la trama –ejemplo: “Los juegos del hambre”, una historia con un ritmo por momentos vertiginoso e interesantes giros de trama, pero cuya protagonista me cayó desde el principio (y hasta el final) como una patada al hígado.

De mi experiencia de lectora de ficción surge entonces esta afirmación que firmaría con sangre: un libro con una trama bien lograda puede ser bueno, entretenido, interesante; pero si queremos una historia memorable, ella debe arder en el fuego de sus personajes. 

Así lo explica K.M. Weiland en “Crafting unforgettable characters”, una breve pero útil guía que pueden obtener de obsequio simplemente suscribiéndose al newsletter mensual de su blog, Wordplay:

Una historia es la combinación de miles de piezas diferentes: la trama, el tema, la acción, el diálogo, el punto de vista, el trasfondo, el conflicto, el humor, el ritmo, el ambiente, el subtexto –así hasta el infinito. Si sacamos cualquiera de estas partes, el todo se desmorona. Pero ningún elemento es tan vital como los personajes. No importa cómo las disfrazamos en lujosos nuevos subgéneros, no importa cuántos impactantes giros de trama lanzamos en los finales, no importa cuán complejos y filosóficos son nuestros temas, al final del día, las historias serán siempre sobre personas. El truco, por supuesto, es asegurarse de que nuestras historias presenten personas sobre las cuales vale la pena leer.


1. Recorreremos juntos un largo camino

Recuerden algún viaje que les haya tocado compartir con personas difíciles: las ya de por sí largas horas en un ómnibus de turismo pueden volverse eternas en compañía de niños inquietos y gritones, adolescentes ruidosos o adultos que roncan :s Cuando la situación nos obliga a permanecer con quienes no nos gusta estar, la incomodidad y el malhumor encuentran con facilidad su camino a nuestro interior, haciéndonos perder la paciencia y provocándonos rechazo hacia todo lo que rodea ese momento.

Una historia es siempre un viaje en el que nos embarcamos y la clave para que se convierta en una experiencia digna de atesorar está en que nuestros compañeros de travesía sean personas que despierten nuestro interés y con las cuales, por algún motivo, nos lleguemos a encariñar. A diferencia de las dieciocho horas en bus para llegar a otra ciudad o a la playa, un libro no es un habitáculo en el que debemos permanecer encerrados, lo queramos o no. Si estos compañeros de aventura no se ganan nuestra simpatía, nos sentiremos constantemente tentados a bajarnos del bus antes de tiempo, con la excusa de que volveremos a subirnos pronto, apenas tengamos tiempo, aun cuando en el fondo sepamos que se trata de un adiós definitivo y que no volveremos a intentar recorrer esas páginas.

Como autores, no queremos que los lectores se “bajen” de nuestras historias y abandonen esas páginas en las que hemos dejado tantas horas de esmerado trabajo. De ahí la importancia de invertir siempre una buena parte de ese esfuerzo en crear personajes sólidos, con una historia tan honda y extensa como la de cualquiera de nosotros –los “de verdad”– y a quienes nos conviene conocer tan bien –o  incluso mejor– que a nuestros propios parientes y amigos. 



2. Veré el mundo a través de tus ojos

Pero antes de seguir, hagamos una precisión: crear personajes con los que el lector pueda simpatizar o empatizar no significa esculpir seres perfectos y esencialmente geniales. No, señores y cactus, nada más alejado de eso. 

A los hombres y mujeres en “edad de pretender” que me leen les pregunto: ¿cuántas veces, a lo largo de sus vidas, se han sentido atraídos/as por personas que no eran las más convenientes para ustedes, analizada la cuestión desde un punto de vista lógico y racional?

Los mecanismos que determinan quiénes nos caen bien o mal son, a partir de cierto punto, misteriosos e incomprensibles, ya que hunden sus raíces en esa parte de nosotros mismos que muchas veces no somos capaces de alcanzar de manera consciente. 

Con los personajes pasa algo parecido. Andar por ahí, por el mundo de los libros, no difiere demasiado de hacer amigos y enamorarse. Conocemos gente que llama nuestra atención por algún motivo, que despierta nuestra curiosidad y nuestro interés y a la cual nos gustaría conocer mejor. A veces porque nos identificamos con estas personas, a veces porque nos plantean una visión de la vida que no habíamos imaginado. A veces porque sus problemas son los nuestros, a veces porque sus aventuras las querríamos nuestras.

Hay muchas razones por las cuales un personaje puede abrirse camino hasta el corazón del lector y eso es lo lindo, ya que implica que hay para todos los gustos, tanto de lectores como de escritores. 

Pero si debiéramos elegir una sola razón para subrayarla y anotarla en el resumen que vamos a estudiar, yo elegiría esta: El personaje debe tener “personalidad”, debe pararse firme ante el mundo que le toca enfrentar, con una forma de ser que lo identifique y una manera de mirar la vida que lo haga único, aún cuando mucho vaya a cambiar / evolucionar / ganar / perder a lo largo de la historia. 

Recuerden que sus lectores conocerán todo cuanto ustedes hayan creado a través de los ojos de sus personajes principales. Es por ello que el tiempo que inviertan desarrollándolos es fundamental: ese tiempo puede ser el que les compre el billete a ese paraíso que es el ganar el cariño del lector.


3. Y al final, cabalgaré contigo al atardecer

Porque como dice la ya mencionada K.M. Weiland en otro artículo de su blog, enfocado a los personajes:

Haz que me guste tu personaje y lo seguiré hasta el centro de la tierra, pelearé con él en las trincheras, atravesaré pantanos, tsunamis y enfrentaré volcanes por él. Si me gusta tu personaje, no solo leeré tu libro, sino que sufriré cuando lo termine, lo compraré en edición de tapa dura para no tener que decirle nunca adiós, lo releeré hasta que las páginas queden con orejas y le daré la bienvenida a ese personaje en un lugar permanente de mi corazón. En resumen, lo amaré para siempre –y tú tendrás al menos un fan rabioso de por vida.

Creo que, con ese panorama, ya no hay nada más que decir sobre la importancia de trabajar en el desarrollo de los personajes :D



Si les interesa la idea de enfocarnos en este tema durante las próximas semanas, ya lo saben: los estaré esperando aquí el próximo martes, a la sombra del mismo cactus.

Saludos forajidísticos ¬-(o_Ó)


PD: Como bonus track, les dejo este mini ejercicio: pónganse a pensar en cuáles son los personajes más queridos cuyos recuerdos guardan en su memoria y, si quieren ir más hondo, traten de racionalizar por qué les tienen tanto cariño. Si quieren, me cuentan. Si no, pueden anotar a esos personajes en el cuadernito que –de seguro– usan para trabajar y guardar ideas. Son interesantes modelos a los que pueden regresar a mirar si llegan a sentirse algo estancados con sus personajes.

PD 2: En la línea de lo de crear personajes perfectos, si quieren reírse un rato y ampliar su galería de conceptos literarios con uno que viene de ese mundo aparte que es el de los fanfiction –que yo personalmente conozco solo por referencias de una amiga–, les recomiendo que vean este artículo, que está en español y es, además de ilustrativo, divertidísimo XD




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