jueves, 31 de enero de 2013

Las Lecturas del Yermo: “La Carretera” de Cormac McCarthy




El adjetivo más acertado para describir mi actividad como lectora es “desordenada”. Rara vez sé cuál será mi próximo libro. Menos aún sé cuál será la razón que me llevará a elegir ese próximo libro. Decir que “los libros me buscan” es algo así como la justificación naif que uso para maquillar la verdad de que ando por el mundo de la literatura sin brújula, plan ni mapa alguno. “Como bola sin manija”, como suele decir mi madre y ahora gracias a Google vengo a enterarme de donde viene la frase XD

Esta vez, la razón fue haber leído un artículo sobre un juego para PS3 del cual ya les he hablado en un post anterior. El artículo mencionaba algunos libros y películas que venían a constituir algo así como los antecedentes o las fuentes (como decimos los abogados) de donde podía tomar elementos el argumento del juego. De entre todo eso me llamó la atención en especial este libro (del cual también se hizo una pelicula protagonizada por Viggo Mortensen y que planeo ver en estos días, apenas mi dealer de DVDs me la consiga).

Y después de eso ya fue el alineamiento de las estrellas que me permitieron encontrar en Amazon la versión en español para Kindle. Y mis vacaciones en el trabajo, que me permitieron disfrutar esta obra a una velocidad inusual. Todo para poder llegar a traerles hoy, último día de enero, esta reseña de Las Lecturas del Yermo correspondiente al mes que despedimos.


martes, 29 de enero de 2013

Revolución cactácea (O sobre el arte y el compromiso)
























Los grandes cambios que tuvieron lugar en el mundo comenzaron siempre con las palabras. Un hombre dijo en voz alta que tenía un sueño y la historia empezó a cambiar. La violencia y la opresión pueden silenciar las voces, pero la llama queda encendida y el eco de las palabras resuena en la mente y en los corazones de quienes las escucharon.

Los grandes dictadores han recurrido siempre a la censura: han prohibido sobre todo que se leyeran determinados libros o han tratado incluso de quemarlos. Porque las palabras son semillas que crecen pacientemente cuando encuentran terreno fértil. Y cuando el árbol vigoroso del conocimiento rompe desde dentro los vidrios sucios de nuestros prejuicios, la luz ya no podrá quitarse nunca. Caída la oscura venda de la ignorancia, el mundo es un lugar mucho más amplio y luminoso.

Dicho esto a modo de breve introducción, ¿a alguien le quedan dudas del poder que tiene un artista en sus manos, en su voz?

Elegir el arte es asumir un compromiso que puede adquirir diferentes tonalidades. Me gusta más hablar de tonos que de niveles, ya que así evitamos darle más importancia a uno por encima del otro. Los caminos del arte son simplemente diferentes, no uno objetivamente mejor que el otro.

¿Cuáles son, entonces, estos diferentes tonos del compromiso?


martes, 22 de enero de 2013

Atravesar el desierto (O sobre los días difíciles)




A veces las cosas se ponen difíciles. Y no solo las páginas en blanco o los agujeros estructurales de una novela, sino la vida. Porque en primer lugar somos seres humanos, seres humanos que eligieron escribir y contar historias.

Y entonces las tareas que habitualmente no son sencillas en sí mismas se vuelven todavía más complicadas. Un capítulo que se resiste a salir bien o un problema que se necesita resolver para seguir adelante en la trama se convierten de repente en trabajos titánicos. 

Me ha pasado en varias ocasiones. Me está pasando en estos días. Una suma de elementos me genera un cansancio tan intenso que hay noches en las que hasta mis ojos dicen basta y debo mantenerme alejada de la pc en esos horarios en que no resulta inevitable.

¿Y qué rol juega lo de escribir en todo esto? Las palabras, como parte fundamental de la vida que hemos elegido, pueden mostrarnos diferentes caminos para atravesar el desierto.


martes, 15 de enero de 2013

¡Muerde el polvo, Forajida! (O de las caídas y otros inconvenientes)




Ayer a la mañana me caí. En el mundo real. En un lugar público. Y lo que más me dolió –aparte del orgullo– fue el tajo que la piedra losa le abrió en la rodilla a uno de mis pantalones favoritos para llevar al trabajo. Aun así, aunque no me ha quedado secuela alguna –salvo un par de moretones–, decidí fundar el post de hoy en este incidente, ganando así una vez más los temas espontáneos a los planeados. Tiendo a pensar que las cosas pasan por algún motivo. Quizás a alguno de ustedes le sirva lo que se esconde en las palabras surgidas como consecuencia de este azaroso inconveniente.

Físicamente hablando, no suelo caerme, ya que mi paso habitual semeja más la caminata cansina del caballo viejo antes que el veloz galope del brioso corcel. Pero ayer, el apuro por completar una tarea se unió a ciertas situaciones que comentaré con más detalle, dando como resultado que esta forajida mordiera el polvo.


martes, 8 de enero de 2013

Érase una vez en el yermo (Los años mozos de la forajida escritora)




Hoy fueron los comentarios que un joven lector de este yermo-blog me envió al mail los que me hicieron desviar la ruta de la nueva serie de artículos que tenía en los planes y volver la mirada hacia cuando recién empezaba a tratar de construir mundos con palabras.

Recordar lo que sentía en aquella época, las dificultades y las alegrías de esos días, y mirarlo todo a través de la experiencia que me fueron dejando los años me resultó agradable y decidí que quizás sería útil compartirlo, por si hay alguien ahí afuera que nos lee y tiene tal vez trece, catorce o quince años, tal como yo tenía entonces.  

Como resultado de estas reflexiones terminamos muy divertidos con el forajido Nabetse contemplado el dibujo que resultó de ponerme a revolver los recuerdos: una niña de abundante cabello algo esponjado, que adoraba vestir jardineras, tecleando con dificultad ante una computadora que hoy es el paradigma de lo retro. Eran los primeros pasos de esta forajida. Eran los viejos buenos tiempos.

Subamos pues a la carreta y demos una vuelta por el pasado.


martes, 1 de enero de 2013

Construir en el yermo (Hacer planes para el 2013… ¡y ejecutarlos!)




¡Feliz Año Nuevo para todos los amigos de los forajidos! Hoy estamos otra vez a las puertas de una nueva vuelta del calendario y, con ello, ante la oportunidad de renovarnos, refrescarnos y redirigir el rumbo de nuestras monturas. O no. Porque quizás lo que debemos hacer es espolear a los ariscos caballos de nuestra fuerza de voluntad hasta tomar cierta velocidad y luego sostener las riendas con firmeza para mantenerla. Enseguida entenderán de qué estamos hablando.

El 2012 fue para nosotros un año de nuevos e importantes (re)comienzos (la publicación del primer libro donde yo figuro como autora, la primera participación del forajido Nabetse en una exposición colectiva de ilustradores y el inicio del proyecto de este blog bastan como ejemplos) y el 2013 se presenta como un año donde lo mejor que podemos hacer es consolidarnos en nuestras respectivas vocaciones, a las cuales ya desde hace un tiempo estamos tratando de imprimirle más fuerza y profesionalismo.

Para el post de hoy se me ocurrió (originalísima yo, u___u) que sería interesante delinear una lista de propósitos u objetivos que me servirían para encarar esta tarea de la consolidación como escritora, hasta que de repente miré al costado de mi monitor y vi un papelito azul, pegado al gabinete de mi computadora con los bonitos imanes que hizo el forajido Nabetse para promocionar su página de dibujos.

En ese papelito había escrito, en algún momento indefinido del año que pasó, una serie de objetivos que trataría de cumplir con la finalidad de desarrollar mejor mi tarea de escribir. Entre ellos se contaban, por ejemplo, escribir 3500 palabras por semana, limitar mis paseos por las redes sociales a los martes y jueves (soy crédula, eh), ver al menos una película a la semana, mantenerme siempre leyendo al menos un libro de ficción y otro sobre el oficio de escribir, actualizar el blog una vez por semana… Al ver ese papelito supe que no era necesario escribir ninguna lista de propósitos, ellos ya estaban allí. Desde hace un buen tiempo.

Lo que ahora necesitaba era poner en ejecución el plan.