martes, 5 de marzo de 2013

Un cumpleaños en el Yermo (Y las manifestaciones artísticas que pueden derivar de ello)























Ayer celebramos el cumpleaños del Forajido Nabetse y en el Yermo todavía estamos todos festivos –ahí lo ven al amigo Cactus con su gorrito, por ejemplo–, así que la fecha me pareció una buena excusa para dejarles un bonus track en la serie de Tips para desbloquear ideas. Cuando terminen de leer este post tendrán otra opción para entretenerse, además de los tips uno y dos que ya compartimos, y los que vendrán en las próximas semanas. 

La propuesta de hoy es, entonces, sentarnos a conversar –bajo las estrellas de esta inusualmente fresca noche de marzo– sobre algo que puede crearles conflictos a muchas personas: los cumpleaños. Y, en especial, sobre cómo podemos hacer algo productivo e interesante en estas fechas (además de atiborrarnos de tortas y chocolates, claro está XD).


1. Ese día especial

Puede ser que algunos de ustedes hayan leído ese título con un tono normal y que otros hayan cargado la palabra “especial” con la vibrante fuerza del sarcasmo. Porque hay personas a las que les encantan los cumpleaños y no dejan pasar uno sin tirar la casa por la ventana y otras que ese día preferirían permanecer en un búnker sin celulares ni internet (y sin compañía, obviamente), además de todos los términos medios que existen entre esos dos extremos.

Nos gusten o no los cumpleaños, ellos siempre están allí: esperados, rechazados pero casi nunca ignorados.  De niños los adoramos (regalos, fiesta, ser la estrella del día), pero cuando crecemos las cosas van cambiando (angustia, cuestionamientos sobre adónde estamos yendo, afrontar el paso del tiempo y la aparentemente infranqueable distancia que nos separa de nuestros sueños).

Así que en medio de las dudas existenciales que con frecuencia trae consigo un cumpleaños (sobre todo para esos seres de sensibilidad más despierta y acostumbrados a prestar mucha atención a los hechos y los detalles, como son quienes buscan en el arte el medio para expresar todo el remolino que llevan adentro), en vez de esperar que el día pase lo más rápido posible o ahogarnos en alcohol para que dejen de resonar las preguntas, podemos plantearnos hacer algo: dejar un recuerdo de nosotros –esos que somos hoy y que el tiempo modificará inevitablemente– para esas nuestras versiones que nos esperan en el futuro.


2. Las fotografías de los cumpleaños

Cuando miramos las fotografías de los cumpleaños –propios, de nuestras amistades, de nuestros familiares– es asombroso notar como los detalles que fuimos dejando en el fondo del cajón de nuestra memoria vuelven para colorear un determinado fragmento de nuestra historia.

En las viejas fotos vemos cómo éramos entonces, cómo eran los que nos rodeaban, cómo era nuestra casa o la casa de nuestros abuelos, quiénes estaban, quiénes nos fueron dejando, cuáles eran las cosas que caracterizaban a ese instante rescatado del incesante devenir del tiempo, colores, formas, rasgos, sonrisas. Los recuerdos, la nostalgia, las presencias y ausencias que fueron marcando nuestra existencia vuelven a iluminarse y por un momento se quedan a nuestro lado para que podamos notar cuánto camino hemos recorrido e imaginar cuánto nos falta todavía por ver.

Los cumpleaños nos recuerdan nuestro paso veloz por los senderos del tiempo y a la vez nos dejan esas imágenes como cristalizadas de cuándo éramos otros pero también éramos ya los mismos.

Algo así como ilusión de inmortalidad, quebrada de inmediato por la consciencia de la propia finitud.


3. Una fotografía en letras

Todos tenemos al menos alguna fotografía en algún cumpleaños, de eso no me queda duda. Pero lo que hoy quiero que se pregunten es cuántas fotografías tienen de su espíritu. 

Porque más de una vez habrán encontrado –sobre todo si desde hace varios años vienen luchando por construir mundos con palabras– algún diario de sus días de adolescentes, alguna reflexión anotada a las apuradas en la última hoja de un cuaderno de clases para desahogar alguna pena o exorcizar a los demonios de la ira. Esas instantáneas del alma que tiempo después leemos y nos hacen soltar esas risitas nerviosas, mezcla de pena, vergüenza y sorpresa, tal como cuando vemos la ropa que usábamos antes o los pelos con los que nos animábamos a salir a la calle.

Hay quienes han llevado estas instantáneas del espíritu un paso más allá y las han convertido en algo similar a las fotografías de cumpleaños: le han puesto al alma sus mejores galas y la han inmortalizado de esa forma para la posteridad.

Para ejemplo vamos directo a lo práctico, a los versos iniciales de dos poemas de la genial Josefina Plá, que llevan el mismo revelador título (y que pueden leer completos aquí):


SOY

Carne transida, opaco ventanal de tristeza,
agua que huye del cielo en perpetuo temblor;
vaso que no ha sabido colmarse de pureza
ni abrirse ancho a los negros raudales del horror.

(incluido en El precio de los sueños, 1934)


SOY 

Soy un deseo de todo con la nada en el centro
preñez vasta de incendios que no llega a tizón
Un sueño vertical atado a un giro eterno
Estrella a la que un negro agujero absorbió

(incluido en La llama y la arena, 1985)


Siempre me impactó la lectura de estos dos poemas, el privilegio de ver a la misma mujer a los treinta y a los ochenta años, dibujando con hábiles y sutiles trazos su alma, su identidad, lo que la hace única, lo que la hace ser, lo que cambia, lo que queda, lo que nunca se alcanzó y a la vez lo alto que se llegó a volar. El regalo único de poder ver para siempre los maravillosos colores de su espíritu, de un espíritu que fue tormenta y brisa, y que con sus letras venció a la muerte. 

No sé si ella los escribió el día de su cumpleaños, no importa en realidad. Lo importante es ir dejando el alma en nuestras palabras. Que lo hagan el día de su cumpleaños es solo la excusa que hoy les propongo.

Así que la próxima vez que les agarre ese no sé qué que suelen traer consigo los cumpleaños, por qué no pedirle retruco a la vida y animarse a mirar en el fondo del propio abismo.

¬-(o_Ó)


PD: Ahora les queda la tarea de este post bonus track: escribir un poema, un verso, un párrafo, un cuento o aunque sea un tuit, algo que más adelante puedan volver a leer y decir “Así era yo en el 2013, cuando tenía X años”. Como siempre, si se animan, pueden compartirlo en los comentarios, en la página del FB o en el Twitter. Yo me quedo acá conversando con los cactus mientras ustedes cumplen años y se inspiran XD

PD 2: En honor al cumple del Forajido Nabetse, el personaje oscuro y misterioso de este blog que cada semana ilumina los textos con sus ilustraciones tan adorables, recordamos el primer y único post que se ha dignado en escribir hasta hoy, alentando a los dibujantes a tomar los lápices y construir el camino hacia su propio estilo (>_<)/ Y como siempre, también les invitamos a mirar sus trabajos en su página de dibujos del FB XD

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