martes, 26 de marzo de 2013

Juego cooperativo (Lecciones para una escritora en su primer día de “multiplayer”)

































El domingo por la tarde, al Forajido Nabetse no se le ocurrió nada mejor que agregar otro ítem a mi ya de por sí extensa lista de cosas-que-no-tengo-mucho-tiempo-libre-para-hacer

Si me leyeron en ocasiones anteriores estarán al tanto de mi afición por los videojuegos –que no es lo mismo que decir “mi talento para los videojuegos” u__u–, actividad que hasta ese día encaraba como el lector que disfruta en soledad de sus títulos favoritos, dedicándome netamente a las campañas individuales de los juegos. A la “historia”, como suele decirse. Pero las cosas cambian y el progreso nos pone frente a opciones que antes simplemente no considerábamos. Aprovechando la nueva conexión a internet que instalamos en casa –con wi-fi y todo llegó el siglo XXI al Yermo– decidimos probar el multiplayer online de mi juego favorito, Red Dead Redemption.

Así que nos embarcamos a la aventura de recorrer online la vasta y salvaje frontera de los EEUU y México, allá a principios de 1900.


a. Un juego en tres niveles

- Nivel 1: No había nadie en la frontera

Cuando me conecté por primera vez a la tarde no había nadie más jugando, lo cual, considerando que RDR es un juego del 2010, a mí no me pareció demasiado extraño, a pesar de la insistencia del Forajido Nabetse que aseguraba que “siempre hay alguien jugando”. 

Así que, montada en el burrito de nombre pretencioso que te asignan al comenzar el juego, me dispuse a recorrer en solitario el lugar, cumpliendo algunos desafíos que permitían a mi personaje subir de nivel.


- Nivel 2: ¡Emoción, gente a la vista!

Cuando volví a conectarme a la noche, después de cenar, otra vez estuve paseando por el sitio en completa soledad –a excepción de los personajes generados y controlados por la máquina–, hasta que de repente un puntito verde en el mapa y un texto que apareció fugaz en el costado derecho de la pantalla me indicaron la presencia de otro jugador de carne y hueso.

Imagínense mi emoción: era mi primera interacción en un juego online con alguien que se estaba conectando de vaya uno a saber dónde y que encima era de un nivel 30 o algo así –yo era de nivel 3 o 4 en ese momento–. Pero como justo estaba ocupada liquidando a unos bandidos en su guarida, no hice mucho caso y seguí tratando de terminar lo mío.

Para más emoción, vi que el que se acababa de conectar se estaba acercando a la zona donde yo me encontraba matando bandidos. “¡Qué bien!”, pensé, “se va a compadecer de esta pobre principiante y me va a ayudar a terminar con los bandidos”.

Lo que en realidad pasó fue que el personaje sacó su fusil de precisión –arma que yo, principiante, no podía soñar siquiera todavía– y me liquidó de un tiro en la cabeza. 

Y no solo una vez, sino todas las veces en que el sistema me permitía reaparecer, hasta que me robó el premio que me habría correspondido por liberar el lugar de los bandidos y abandonó la sesión. 

Y eso me pasaría un par de veces más a lo largo de esa sesión –cuando se conectaron otros jugadores más– hasta que ya harta de que me liquidaran gratuitamente me las tomé con uno de nivel 32 y con mi patético nivel 5 lo liquidé unas cuantas veces, hasta que decidió dejarme en paz cuando comprendió que podía pasarme la vida detrás de ese árbol esperando el momento en que se pusiera en el camino de mis balas ¬-(o_Ó)


- Nivel 3: Quilombo nacional

Ya en la madrugada volví a entrar –estaba un poquito viciada con el multiplayer, lo admito– y me encontré con un montón de gente jugando y matándose entre ellos. Pero matándose insistentemente entre ellos. No participando en los diferentes modos de juego donde la idea sí es agarrarse a los tiros con los otros jugadores, sino matándose como idiotas en el modo libre y esperando a que el otro volviera a reaparecer para volver a matarlo. Y así, per secula seculorum.

Como es lógico de esperar –porque la verdad es que no le encuentro el atractivo a ese modo de jugar– preferí mantenerme alejada de ese despelote y seguir ocupándome de levear a mi personaje, cuidándome por supuesto de que los otros no me mataran. Es decir, estando bien preparada para matarlos yo primero a la más mínima demostración de hostilidad, tal como cruzarse conmigo. 

Sí, en eso me convirtieron u__u


b. Los juegos, la vida, la escritura

Lo simpático es que una de las primeras recomendaciones que te aparece en pantalla mientras el juego carga explica que uno puede dispararle a los otros jugadores pero que se obtienen más puntos si estos colaboran entre sí para enfrentar lo que les rodea.

¿Por qué entonces esta insistencia en matar a algo tan triste como mi personaje, que era –pobrecito– el que menos nivel tenía? (¡Era mi primer día!)

No sé la verdad, si ustedes saben me explican por favor. Todavía no pude hacer un análisis psico-socio-cultural del jugador de multiplayer promedio. Pero sí les puedo asegurar que me hizo recordar ciertas actitudes que a veces encontramos en el mundo o en las que nosotros mismos podemos caer si no prestamos suficiente atención a la forma en que nos manejamos.

Sea por atavismo o por programación socio-cultural, tendemos a ver la vida como una competencia a muerte donde solo hay lugar para un individuo o –como máximo– para unos pocos. Y que por esto hay que luchar con garras y dientes por dichos lugares.

Si observamos la evolución humana y la realidad con un poco de atención, descubriremos que hay muchas pruebas que desmienten esa concepción de la vida. Frecuentemente vemos que si hay un grupo de personas con verdaderas intenciones de ayudarse y que ponen su mejor esfuerzo en una actividad se alcanzan resultados mucho más satisfactorios que si una sola persona hubiese tenido que encarar la tarea.


c. Juego cooperativo

De seguro, si pudiéramos leer una pantalla de ayuda mientras se carga el gran juego de nuestra vida, veríamos una recomendación similar a la que sale en el multiplayer de RDR.

“Usted puede tomárselas con los otros participantes pero les irá mejor a todos si, en vez de atacarse mutuamente, se ayudan”.

La literatura no es la excepción. Me ha tocado escuchar cosas negativas sobre la forma de comportarse de algunas personas en el ambiente local o enterarme de que gente con mucha más experiencia –como el tipo de nivel 32 que me liquidó con el rifle de precisión– hizo comentarios poco amables acerca de mi obra solo por el hecho de que gané un concurso de cuentos local. 

¿Por qué? La misma pregunta que cuando el idiota genérico ese me mataba una y otra vez solo para robarme el fusil explosivo que era el premio de la guarida de los bandidos y que el juego ni siquiera me permitía conservar después de cerrada la sesión. Y la misma falta de respuesta, porque para ello requeriríamos ya un análisis mucho más profundo que excede tanto mis intenciones como mis conocimientos. 

Lo cierto y la conclusión del día es que, como dice la pantalla, es mucho más práctico y positivo llevar a cabo un juego cooperativo. 

Un ejemplo: el tan mentado Boom latinoamericano. Probablemente tal concepto ni siquiera habría existido si se hubiese tratado de un solo escritor. En cambio, como grupo, se hicieron oír y le mostraron al mundo que en el sur de nuestro continente también se escribía y muy bien. 

Que el otro triunfe a mí no me quita nada, al contrario. Es mi opinión que el mundo sería un lugar cada vez más agradable y menos amargo si hay más personas que persiguen y alcanzan sus sueños.

Y si uno quiere competir con alguien, lo mejor es competir con uno mismo :D

¬-(o_Ó)


PD: Una canción que me gusta mucho, del mismo grupo que canta la que compartimos en el último Juego del Jueves, dice en una parte “May you win but stay humble”. Me parece uno de los deseos más hermosos que pueden expresarse a alguien: que triunfe pero se mantenga humilde. Y es lo que les deseo a todos ustedes, lectores: que triunfen en lo que se propongan pero conserven la humildad. Porque allí radican la paz y la alegría, en dejar afuera a la envidia, la vanidad y la soberbia. 

PD 2: Hoy sí que va un agradecimiento muy especial al Forajido Nabetse que interrumpió sus paseos por la magnífica Columbia de Bioshock Infinite –juego largamente esperado y recién lanzado– para hacer el simpático dibujo que recrea mi experiencia del domingo XD

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