martes, 10 de septiembre de 2013

El oficio de escritor y la responsabilidad que trae consigo - Parte I


















Bienvenidos, amigos forajidos, a otro día de post en el Yermo. 

Tal como adelanté ya en un par de tuits (la semana pasada :P), el tema de la entrada de hoy (y de la próxima, porque será doble) surge a raíz de una fuerte polémica que se desató en las redes sociales. Si no estuvieron por ahí, leyendo sobre el incidente del poeta bilingüe, lo resumo: el poemario de un joven adquirió notoriedad pública no solo por la gran cantidad de errores de que adolecía ya desde el título, sino también por las particulares construcciones conceptuales/lingüísticas del autor. De inmediato se desató la burla y la indignación en el mundo virtual (y en el no virtual también), dado que el asunto no terminaba en la publicación (que tuvo lugar hace ya un par de años), sino que el libro fue declarado de interés cultural por resolución del Ministerio de Educación y Cultura e incluso recibió una mención de honor en un importante concurso local (a la que el autor terminó renunciando hace unos días, según esta actualización en la página de FB de su libro).

¿Qué decir ante algo como esto? Si bien confieso que lo ocurrido generó en mí variadas emociones (no todas positivas), a la hora de tomar una postura me exigí analizar con mayor profundidad ciertas cuestiones relacionadas al fondo de la situación y que quizás, aunque no se estaban pasando del todo por alto, necesitaban algo más de destaque, al menos desde mi punto de vista.


1. No podemos ser indiferentes

Por un lado, me alegra haber carecido de la energía suficiente para terminar este post el martes pasado, ya que gracias a ello terminó enriquecido. El sábado puse este tema sobre la mesa en el grupo de lectura para escuchar opiniones razonadas. Quería llegar más allá de la anécdota, de la burla o del "sentir penita". Y sobre todo quería escucharla a Maybell.

De seguro ya se los habré mencionado: me considero una persona que, en el ámbito de aprender a trabajar la palabra, ha tenido una suerte tremenda. Hace ya diez años llegué casi por casualidad a un grupo de aspirantes a escritores que hasta hoy tiene el privilegio de contar con una Maestra (así, con mayúsculas), de la talla de Maybell Lebrón. Una gran escritora y sobre todo una gran persona que, a punto de cumplir noventa años dentro de un par de semanas, sigue dando lo mejor de sí para orientar a esos jóvenes (hoy ya adultos) que hace una década empezó a formar en los caminos de las letras.

Pasado el momento simpático de analizar los poemas (hay que darle puntos por originalidad al muchacho, que reflexionó en su poesía sobre el peligro de ser irresponsable al volante de una motocicleta, por ejemplo) ella dijo la frase que da el título a esta sección: ante una situación como esta no podemos ser indiferentes.


2. Otro incidente que me tocó presenciar

Antes de que se desatara la furia poética de los últimos días, me tocó vivir otra situación que, si bien no fue similar, servirá para ilustrar lo de no ser indiferentes: una persona joven (quizás todavía ni llegaba a los veinte), invitada a leer sus poemas en un evento público, inició su presentación con una introducción a todas luces equivocada. Dijo que iba a leer un poema que apareció en determinada publicación impresa, donde le invitaron a incluir alguna obra suya "que le sobre" porque quedaban hojas vacías que necesitaban llenar con algo. Además aclaró que su intervención en ello se limitó a entregar una pila de poemas a quien le hizo la invitación para que esa persona eligiera cuál iba a salir.

Apenas escuché eso lamenté lo incorrecto de esas palabras. ¿Por qué? Porque aunque no fuese esa su intención (y cualquiera puede darse cuenta de que no lo fue) esta persona hizo de menos su trabajo, el fruto del mismo y todo el proceso para que éste llegara al lector. Es decir, el mismísimo corazón de nuestro oficio. Observando la expresión en el rostro de algunas amistades, supe que pensaban lo mismo. Mas... ¿qué se puede hacer ante algo como esto? Lo dicho ya no se podía retirar.

Una persona entre el público tenía la respuesta: Gladys Carmagnola (poetisa de vastísima experiencia, al igual que Maybell) pidió la palabra. Y con toda la amabilidad, la ternura y la elocuencia del mundo le recordó a esta persona que la poesía nunca es algo que "sobra", sino un llamado que nace de lo profundo del alma y al que no se puede renunciar (o al menos ella nunca pudo), que exige largas horas de trabajo buscando la palabra adecuada para construir el verso. Resumiendo, le exigió que de ahora en adelante le diera a las cosas el valor que merecían.

Imagino que el momento habrá sido duro para la persona que recibió la corrección pero -si es inteligente, como de seguro es- quizás dentro de unos años recuerde ese preciso instante como el umbral que separó la dulce y peligrosa inexperiencia de la seria y satisfactoria responsabilidad. Y les digo esto por que lo sé mejor que nadie: a mí también me enseñaron a esforzarme por encontrar las pepitas de oro a golpes. A golpes que iban directo a mi ego.

Maybell me regaló no solo su calidad humana, su tiempo y su experiencia, sino lo más importante para crecer como escritora: me enseñó a ver y a aceptar todo lo que tenía por mejorar. Y es por ello que no me alcanzarán todos los prólogos de los libros que escriba a lo largo de mi vida para manifestarle mi agradecimiento. Porque ella, al igual que Gladys Carmagnola en la historia que les conté, hizo una apuesta y decidió correr un riesgo. Apostó por creer en el potencial que veían enfrente y corrió el riesgo de hacer algo que no siempre es bien visto ni apreciado: ser honesto y constructivo.


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No me gusta cortar un post pero en esta ocasión lo voy a hacer: el tema que hoy tratamos es demasiado importante, sobre todo si nuestra intención es avanzar, no solo a nivel individual sino como sociedad. Por eso en vez de una entrada larguísima prefiero entregarles dos medianas, para que no se me cansen y, en cambio, me hagan el valiosísimo obsequio de su atención una vez más.

Sé que esta introducción de hoy ya les deja vislumbrar por dónde voy a llevar el final de este post y espero que, si en algún rincón de sus corazones y cerebros están de acuerdo conmigo, vuelvan a pasar por aquí para continuar esta charla. 

Porque la responsabilidad de hacer crecer el nivel de la literatura (y ahora hablo específicamente de la literatura paraguaya, que es la que me toca, al igual que a mis compatriotas) nos corresponde a todos. ¿En qué forma? El martes que viene esta humilde forajida les dará su opinión.

¬-(o_Ó) Saludos afectuosos



PD: Si estuvieron de vacaciones en un termo la semana antepasada o tienen la infrecuente costumbre de no visitar las redes sociales, aquí les dejo un post de otro blog local donde pueden informarse con más detalle sobre el incidente del poemario. Y si les mata la curiosidad y quieren vivir la aventura, pueden darle una leída al libro en cuestión (pista: los dos primeros poemas fueron los más comentados en las redes).

PD 2: En la sección de eventos de hoy, Gladys Carmagnola presenta su poemario este jueves 12 de setiembre, así que es una excelente oportunidad para compartir con una gran poetisa y ahondar en su obra. Vean la invitación aquí.

PD 3: Y por último, para que puedan salir del Yermo felices, luego de disfrutar de poesía de altísimo nivel, les dejo el acceso al primer poemario de Maybell Lebrón, Puente a la luz, a través de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (el índice del libro pueden verlo aquí y otras obras de ella aquí). Y también les dejo la foto de Maybell para que le pongan el rostro a esa voz poética y comprueben -por si todavía les queda alguna duda- que es ella quien me acompaña en el genial dibujo que hizo el Forajido Nabetse para hoy.



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