martes, 12 de febrero de 2013

Cabalgar y escribir (O los dos momentos básicos de la escritura)




Bienvenidos de vuelta, lectores, arbustos rodantes y cactus, reciban mi saludo afectuoso con estas letras, y el del forajido Nabetse con el siempre adorable dibujo de la semana (que hoy viene recargado, pues hace referencia a otro que es parte de un proyecto al que le tenemos mucho cariño y pueden ver completo aquí XD). 

Tal como les había comentado en el último post, el de hoy tratará sobre dos de los momentos primordiales de la escritura, al menos desde mi siempre discutible punto de vista. Porque en realidad si observamos todo el proceso de desarrollo de una obra literaria desde su nacimiento como idea hasta su culminación (es decir, hasta ese momento en que el autor dice “bueno, hasta aquí llegué con esto”), hay muchas más etapas que las dos a mencionarse hoy aquí, y que habremos de ver sin duda más adelante, a lo largo de nuestro deambular por este yermo de vocaciones complicadas. 

Estuve un poco afuera de todo esta semana, incluso de la escritura si consideramos como tal exclusivamente el momento de sentarnos a poner las palabras como ladrillos en el papel o el procesador de textos para construir nuestros mundos de ficción. Pero las tareas que me tuvieron ocupada durante la primera parte de la semana y la enfermedad que me tiene todavía confinada cual amenaza biológica me llevaron a reflexionar aún más en el tema de hoy. Porque como ni siquiera me sentía con las fuerzas suficientes para sentarme frente a la pc todo lo que me quedaba era imaginar determinadas situaciones protagonizadas por los personajes de la historia en la que estoy trabajando, durante los breves instantes que pasaba despierta primero y después, ya más recuperada, mientras guardaba reposo y evitaba cosas como ver películas o la TV para no causarme dolores de cabeza. 

Seguí escribiendo, quiero decir, solo que de otra forma :)


1. El problema de los dos momentos

Cuando era más joven y tenía más tiempo y menos responsabilidades, los dos momentos me aparecían bastante revueltos. El sentarme a escribir comprendía en cierta forma tanto el imaginar las situaciones/escenas/argumento como el escribirlo efectivamente. Y eso era así porque me daba el cuero. Como máximo, la división existía porque aparte de poder estar largas horas frente a la pc (sin las distracciones actuales de internet, además) tenía tiempo para estar sin hacer nada como les contaba en el post anterior, mientras recorría en mi cabeza los mundos imaginarios que después escribiría, probando infinitas variables para los sucesos que terminarían por configurar la historia.

El problema que desembocó en la marcada división de estos dos momentos fundamentales en mi proceso de escritura llegó cuando las responsabilidades aumentaron y consumieron más tiempo, dejando muy poco para el proceso de escribir, tal como antes lo conocía. Esto trajo como consecuencia un largo período de sequía en mi trabajo de escritora. Un par de años en los que la mayor parte de la energía fue invertida en acomodarme a los requerimientos de un nuevo cargo y sus exigencias, quedando casi nada de fuerzas para crear o recorrer otros mundos. 

La causa de esta sequía –lo identificaría pronto– era la exigencia de mi trabajo a nivel intelectual. Como casi siempre había que hacer cosas nuevas, era necesario invertir mucha concentración en encontrar las mejores maneras de hacerlas. Me recuerdo una vez, en un recorrido a una planta gráfica, observar a una persona hacer tareas mecánicas y pensar cómo podría aprovechar yo ese tiempo para imaginar historias si ese fuera mi trabajo. 

Entonces llegué a la conclusión de que estaba escribiendo poco no tanto porque contara con escaso tiempo para sentarme a la pc a escribir (hoy estoy igual, como mucho y si logro organizarme bien con mis otras obligaciones logro rescatar un par de horas), sino porque ese lapso no era suficiente para desarrollar las ideas y también escribirlas, como antes lo hacía.

Entonces era necesario sacar de donde fuera posible tiempo para darle vueltas a las historias en la cabeza.


2. Escribir “en la mente”

Esta solución fue surgiendo naturalmente porque las ideas, como el agua, buscan cualquier grieta por donde salir. Y así me encontré imaginando mis historias en momentos en que antes quizás no lo hacía, porque no era necesario.

Mientras conduzco sin apuro, mientras me baño, mientras hago ejercicios físicos o tareas hogareñas, mientras espero en alguna fila o cuando no hay nadie en el comedor del trabajo a la hora del almuerzo, son momentos de oro que tengo el privilegio de regalar a mis personajes para que ellos vayan mostrando el camino por el cual quieren llevar su historia. 

Lo ideal es tener siempre algo donde anotar algunas líneas que permitan recordar los detalles útiles que vamos encontrando a lo largo de esos momentos de escribir en la mente, ya sea un cuaderno, una libreta o aunque sea el dorso de una factura. Pero a veces –por ejemplo cuando uno conduce o se baña– ni siquiera eso es posible, y en varias ocasiones me he encontrado repitiendo una y otra vez en mi mente una escena o ciertas líneas de diálogo para tratar de memorizarlas hasta que pueda tener un papel a mano.

Cierto que mucho de lo que termina siendo parte de la historia final se crea todavía en el momento de sentarse a escribir efectivamente, pero es muy importante ir ganando tiempo. Y sobre todo compartir ese tiempo ganado con los protagonistas de la historia que elegimos escribir. Porque así nos acostumbramos unos a otros, autor y personajes. Uno se hace más hábil y los otros parecen ir abriéndose y revelándose. Y así, todo se hace más fluido, agradable y fácil.

Como les decía también en un post algunas semanas atrás, la vida, como los videojuegos, nos obliga a ir completando niveles con mayores grados de dificultad. Pero todo es cuestión de adaptarse, organizarse y seguir encontrando el modo de hacer lo que uno disfruta con el alma. 

Buena puntería con sus palabras y que disfruten de los diferentes momentos de la escritura.

¬-(o_Ó)


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PD: Teniendo en cuenta lo que escribí hace un par de post atrás creo que es admisible que comente algo ocurrido durante esta semana.

Sé que no es de gran ayuda mencionar aquí el caso del guardabosques asesinado mientras realizaba su trabajo en uno de los parques nacionales del Paraguay, porque si para algo no sirven las palabras es para arreglar este tipo de cosas ni para devolverle la vida a nadie. Esta es una historia muy triste y grave, que muestra una vez más de cuánta porquería está lleno el mundo, porquería que la mayoría de la gente no sabe ni por dónde empezar a limpiar. Pero también es una historia de valor, de alguien que hacía un trabajo noble en un medio difícil y con recursos muy limitados, de alguien en quien vivía el legado de una cultura que subsistió en armonía con la naturaleza y que asumió la tarea de seguir protegiéndola. Podemos pensar que hechos así no tienen que ver directamente con nosotros y que sería hipócrita rasgarse las vestiduras ante un suceso como este cuando nunca pisamos siquiera un parque nacional, pero en realidad este es el tipo de cosas que tienen que impactarnos y afectarnos. Y aunque en un primer momento pensemos que nada podemos hacer para mejorar o evitar situaciones de esta clase, pronto nos daremos cuenta de que no es así. Desde nuestro lugar podemos hacer cosas tan posibles como trabajar con honestidad, no fomentar la delincuencia y la violencia (en cuestiones muy simples como no comprar objetos que sabemos que son robados, por ejemplo) y sobre todo valorar a las personas que hacen un esfuerzo y tratan de vivir haciendo lo correcto.

Es cierto, las palabras no pueden devolver la vida a nadie, pero pueden mantener vivo el recuerdo de aquellos que con su ejemplo marcaron un camino a seguir para todos nosotros.

El cambio en una sociedad jamás vendrá de arriba, de los supuestos líderes que solo están interesados en el poder. El cambio tiene que nacer desde abajo, desde cada uno de nosotros, para que algún día los de arriba se den cuenta de que ciertas cosas ya no serán toleradas.

Quizás no sea el tipo de cosas que esperan leer en un espacio como este, pero es necesario hablar sobre los sucesos que duelen. Si una sola persona se queda pensando qué pequeño cambio puede hacer para mejorar algo, habrá valido la pena. Si no, al menos se habrá hecho el intento. Como ustedes también lo intentan constantemente. Y como lo seguiremos haciendo (>_<)/

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