martes, 14 de mayo de 2013

¡Peligro de derrumbe! (Esos momentos en los que todo parece caernos encima)



























Por supuesto, cuando nos encontramos en momentos así lo que termina más aplastado es nuestro ya de por sí compacto tiempo destinado a escribir.

En determinadas fechas es más tolerable, sobre todo porque ya lo vemos venir (por ejemplo, durante las fiestas de fin de año o los períodos de exámenes si uno es todavía estudiante). Pero también nos pasa en épocas que no tendrían por qué ser así. De repente, sin entender cómo ni por qué, nos vemos envueltos en una maraña de actividades o tareas que caen como piedras en nuestra agenda y nos dejan mirando impotentes cómo se nos van las horas sin poder agregar un párrafo a nuestros pobres escritos, condenados a juntar polvo virtual en un oscuro rincón de la carpeta “Mis documentos”.

Elegir el camino del escritor (del artista en general) tiene su grado de complicación ‒siempre lo decimos‒, sobre todo cuando la necesidad de dedicarse a otra actividad que asegure el sustento es prácticamente ineludible (como es mi caso >_<). Por eso, no dudo de que les será familiar esta situación de querer mantenerse aunque sea a las corridas en ese camino, aun cuando las otras actividades amenacen con pasarle por encima a uno.


1. La infalible pregunta que nos hacemos en la oscuridad

¿Y si dejamos nomás que se caiga todo?

No me digan que no se la han hecho. Las noches de intenso trabajo tratando de extraer algunas mínimas pepitas doradas de la peligrosa mina de nuestra creatividad pueden llegar a ser bastante duras. Si a ello le sumamos nuestras otras obligaciones habituales, el resultado es un hondo cansancio, de cuerpo y de mente, con el cual tratamos de aprender a convivir. 

Pero cuando el frágil equilibrio de nuestra rutina se ve alterado por elementos imprevistos la cosa se pone mucho peor. Estamos todavía más cansados, el tiempo es aún más escaso y la falta de regularidad causa estragos en nuestra escritura, haciendo el proceso más áspero, difícil y frustrante.

En días así, a mí no me resulta nada raro plantearme preguntas como “¿para qué tanto esfuerzo?” o “¿por qué no me dejo nomás ya de esto de una buena vez y dedico mis horas de ocio a jugar videojuegos en paz?”. Porque como muy acertadamente comentó hace un par de días el Forajido Nabetse, cuando tenía que escuchar mis lamentos de que no estaba contenta con mi vida porque no sentía que estuviera haciendo nada productivo, la energía que empleamos para pasatiempos evasivos como mirar el Facebook, el Twitter o la tele, es mucho menor que la que necesitamos para ponernos a trabajar en eso que deseamos que nos salga casi perfecto.

Por eso muchas veces nos encontramos dándole con ganas al scroll del mouse y con los ojos fijos en el timeline hasta altas horas de la noche pero nos sentimos incapaces de agregarle una línea a nuestro “work in progress”, como le dicen los angloparlantes.


2. La nunca bien ponderada opción de cerrar la mina

¿Qué hacer en momentos así? Porque la realidad es que, al menos hasta hoy, nunca he tenido lo que haga falta para decir “hasta aquí llegué, que de escribir se ocupe otro” y dedicarme sin remordimientos a las actividades de mero ocio. Aunque me cueste, siempre he terminado apagando la Playstation para encender la PC y ponerme a trabajar, aun cuando la duda y el agotamiento se me claven en el alma y cada palabra que no sale con la fluidez esperada se sienta como sal en la herida.

Porque siempre está ahí esa llamada que viene de vaya uno a saber dónde, ese susurro que se impone con la fuerza de una orden, ese sentimiento de vacío al mirar a los ojos de mis personajes y saber que no habrá nadie que cuente sus historias porque la persona que eligieron para encargarle el trabajo era apenas una cobarde que carecía de la fuerza suficiente para completar una simple tarea.

No se siente bien, sé que ustedes conocen esta sensación también. Por eso volvemos siempre y aunque el mundo se empeñe en decirnos que si nos dejamos de esto nadie va a extrañarnos, luchamos por encontrar una solución a los problemas que nos hacen sentir bajo el constante riesgo de un derrumbe.

¿Hay alguna solución, hablando en serio? Quisiera poder responderles que sí, con la seguridad de quien lleva décadas en el oficio, pero ustedes saben que apenas estoy aprendiendo, como todos, “por mi costilla”, como suele decirse. Y la única solución que encuentro es, paradójicamente, seguir trabajando, seguir escribiendo. 


3. La rutina de los trabajadores de la mina

Soy una persona que disfruta de la rutina. Ya sea por mi carácter, forma de ser, signo del zodíaco, carta astral o lo que sea, me gusta contar con ciertas seguridades, ciertas situaciones previsibles capaces de crear ese espejismo de estabilidad que me permite andar por la vida con un mínimo de tranquilidad.

Por eso es que cuando peor se pone mi agenda es cuando más necesito una planificación. Si en los tiempos de calma puedo darme el lujo de andar “por mi cabeza”, cuando me veo avasallada por actividades o tareas que no son las que preferiría pero que debo realizar por determinados motivos, necesito una estructura bien firme que me permita aprovechar al máximo los minutos que puedo robarle al día. Hacer que cada disparo cuente, como suele decirse cuando uno está escaso de municiones.

Esa es la única solución que siempre se me ha ocurrido: poner en la lista de cosas por hacer un momento para escribir y protegerlo como si de ello dependiera nuestra vida.

Porque quizás así es. Quizás esa pasión que, rebelde e inexplicable, insiste en habitar nuestro interior es el rayo de luz hacia el cual corremos cuando todo el resto se nos cae encima, en medio de este derrumbe constante que parece por momentos nuestro día a día.

No siempre logro ser fiel a esa rutina, tropiezo con más frecuencia de la que me gustaría. Pero vuelvo a levantarme, me sacudo el polvo y estoy otra vez en marcha. Quizás algún día todo se calme y pueda mirar con orgullo el camino recorrido. 

O no, quizás mire atrás y vea que todo fue un inútil esfuerzo. Quién sabe.

Pero mientras las posibilidades sean 50-50 prefiero seguir probando suerte :D

¬-(o_Ó) Saludos forajidísticos



PD: Sé que estuve un poco irresponsable en los últimos tiempos, sobre todo en lo que hace a la actualización del Juego del Jueves y a la Lectura del Yermo del mes de abril que se la llevó el viento del desierto consigo, pero estoy decidida a recuperar el ritmo. Se vienen un par de post útiles con análisis que les pueden servir a la hora de escribir sus propias historias, una variable de las Lecturas del Yermo y muchas cosas más, acompañadas de los siempre geniales dibujos del Forajido Nabetse XD Así que no dejen de darse una vuelta por el Yermo todos los martes.

PD 2: Ahora que ya terminé el post puedo ir a seguir mi partida online de Red Dead Redemption y sacarle a mi personaje del vestidor donde lo dejé esperando (desde hace horas), en lo más parecido que existe a “poner en pausa” un juego online. Ese es un ejemplo concreto de seguir eligiendo la escritura por sobre las otras actividades que también disfruto. Para que vean. Para que me crean >_<!




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