En el post de la semana pasada les hablé de una técnica muy simple que podría serles útil para ir haciéndose de una reserva de ideas para futuros cuentos u otras piezas literarias. Hoy, tal como les adelantaba en esa misma entrada, les traigo otra propuesta artesanal que me ha servido para ciertos momentos de crisis con alguna de las novelas en las que he trabajado a lo largo de mi vida (ninguna de las cuales he considerado aún digna de ver la luz pública, por cierto; con suerte se aventurará más allá de mi monitor la que estoy escribiendo ahora).
El martes pasado les decía que mantengo mis reservas hacia el concepto de bloqueo literario, al menos, así como suelen pintarlo: un instante de nulidad absoluta donde nada razonable puede escribirse sobre la página en blanco. Como les decía entonces, si no termino o no escribo mis cuentos es más que nada haraganería, porque siempre tengo ideas, por lo menos ideas de dudosa calidad.
Pero la novela es un terreno diferente: me pasa y con frecuencia que me encuentro en un grave atascamiento. Al llegar a un determinado punto de la historia no veo con claridad cómo debería seguir, a pesar de tener una estructura básica de la trama (u outlining como le dicen en inglés y que será tema de otro post, oportunamente). En esos casos sí puede ocurrir que me quede mirando como colgada al cursor mientras titila sin ser capaz de agregar una palabra útil a los capítulos redactados.
Una vez más, no acepto que esa situación pueda ser considerada un “bloqueo literario”. Es solo que mi cerebro necesita tiempo para resolver los problemas que plantea la trama. A veces más, a veces menos, lo cierto es que mi cabeza “anda por su cabeza” –como suele decirse de quienes hacen las cosas a su manera y sin rendir mucha cuenta de sus actos– y no tiene demasiado sentido apurarla.
¿Y qué hacer mientras tanto? Una de las mejores opciones es seguir trabajando en esa misma novela.
1. Husmear en el pasado de los personajes
Dicen por ahí que hay escritores que parten de un(os) personaje(s) para crear sus novelas y otros que las construyen sobre determinados eventos, a partir de los cuales hacen una especie de casting de personajes para encontrar los adecuados para esos eventos.
En cualquiera de los dos casos, los personajes son la piedra angular de la novela. Podemos estar ante una historia con una estructura muy bien lograda, que haga gala de un buen ritmo, paso ágil, un gran manejo del lenguaje y cuantas más virtudes se les puedan ocurrir, pero si los personajes carecen de ese no sé qué que nos hace engancharnos con ellos hasta el punto de preocuparnos por lo que les pasa, alegrarnos y sufrir con ellos, la novela de ficción difícilmente alcanzará los puntajes más altos en la consideración del lector.
Porque el lector –al menos de novelas de ficción– está ahí buscando vivir aventuras, sí, pero ¿es posible acaso disfrutar de una aventura si la compañía no resulta satisfactoria? Cualquiera al que le haya tocado viajar con compañeros complicados o con quienes no tenía afinidad comprenderá con facilidad este punto. Entonces, como escritores, tenemos la delicada misión de entregar al lector compañeros de viaje interesantes.
¿Y qué es más interesante que una persona con una sólida historia de vida? Para crear personajes sólidos necesitamos conocerlos como conocemos a nuestra familia, pareja o mejores amigos: necesitamos saber esos detalles que los hacen únicos, adorables o exasperantes. Necesitamos conocer ese episodio traumático de su infancia y el día más feliz de su vida. Es imperativo estar al tanto de sus metas, fracasos, logros, frustraciones, esperanzas. Y la única manera de saber todo eso –tal como con las personas de carne y hueso– es compartiendo tiempo e interesándonos por ellos, por escucharlos.
Así que eso es lo que generalmente hago cuando me encuentro atascada en la historia principal: elijo un personaje (o algunos de ellos) y escribo –como si estuviera escribiendo capítulos de la novela– sobre partes de la historia de vida que traen ya consigo antes del punto en que la narración empieza.
2. Disfrutar de ir a lo profundo
Cierto, ponerse a escribir capítulos enteros sobre el pasado o determinados hechos fundamentales de la vida de nuestros personajes que en principio no pensamos incluir en la novela no es la cosa más práctica que les puedo recomendar, aparentemente. No es el propósito de este blog, de todos modos, enseñar a escribir de un modo mecanizado y en serie, como quien llena meros formularios. Mi objetivo desde el momento en que empecé a compartir con ustedes estas experiencias fue la de aportar ideas que puedan servir para disfrutar profundamente de este proceso que yo amo tanto, aunque muchas veces pueda resultar frustrante.
Y una de las cosas que yo más disfruto es eso de conocer tanto a un personaje, hasta el punto de que a veces parece más real y humano que muchas personas de carne y hueso hundidas en el cieno de la pavada y el vacío.
Así que aunque alguno pueda decirme que escribir cosas que después no voy a usar en la versión final de la novela es una pérdida de tiempo, yo puedo asegurar que no lo es. En primer lugar, porque para mí es un placer, y es sabido que el tiempo disfrutado nunca es tiempo perdido. Y en segundo, por los siguientes beneficios:
- Cuanto más escribimos, más hábiles nos volvemos en el oficio. Así que todas esas páginas escritas que no formarán parte de la novela no pasarán sin dejar su huella. Ese genial e imperceptible proceso de ir mejorando en lo que hacemos tiene lugar a través de ellas.
- Permite practicar una escritura más libre, sin tantas presiones. Muchas veces es precisamente esa presión que nos autoimponemos la causa del bloqueo. Buscamos de manera tan insistente el giro perfecto que al final terminamos no escribiendo nada. Saber de antemano que esas páginas no quedarán incluidas en la versión final nos saca esa presión de encima y la escritura tiende a ser muchísimo más fluida.
- A veces esas páginas SÍ encuentran su lugar en la novela. Quizás no exactamente así como las escribimos, sino que a través de relatos que los personajes comparten entre sí o recuerdos sobre los cuales reflexionan. Haber escrito la escena completa hace que eso sea muy fácil, porque hemos estado allí y conocemos el hecho de primera mano, lo que permite distinguir con mucha facilidad los puntos importantes que sí o sí deben ser mencionados.
3. ¡Forajidos a trabajar! Una baraja hecha a medida
¿Están tan bloqueados que ni siquiera se deciden con qué personaje trabajar o en qué momento de sus vidas enfocarse? Bueno, de remedio para eso les dejo un jueguito.
Solo necesitarán unas tarjetas de cartulina. En algunas de ellas escribirán los nombres de sus personajes y en otras pueden escribir determinados eventos o ponerles dibujitos. Yo hice así las mías, con dibujitos: una carita feliz para un momento feliz, una carita triste para lo contrario, una ambulancia puede significar un accidente que el personaje haya sufrido o presenciado, un sol puede indicar algo que ocurrió en algún verano de la infancia o adolescencia.
Después las reglas ya quedan libradas a la creatividad de ustedes. Pueden sortear un personaje y un dibujo, dos personajes y un dibujo, o todas las variantes que se les ocurran. Hecho esto, ya solo queda poner a trabajar la materia gris y eso casi siempre desembocará en la escritura. Al menos un párrafo habrán de sacar y el bloqueo, una vez más, es historia :D
Aquí les dejo la foto de mi juego de cartas para la novela en la que estoy trabajando actualmente :)
¬-(o_Ó) Suerte con esas cartas. Si quieren, hasta pueden hacer trampas. Lo importante es que escriban XD
PD: Como muestra de la técnica de hoy les dejo acá un dibujo que hizo el Forajido Nabetse sobre uno de esos textos escritos en la periferia de la novela en la que trabajo. Un breve fragmento del mismo acompaña la imagen. Los niños que aparecen en la imagen tienen más de 20 años en el punto en que la historia comienza. Si quieren verlos ya así creciditos, acá pueden hacerlo.
PD 2: Y de regalo les dejo el Excel que usé para imprimir esas cartitas que ven en las fotos. El tamaño es pequeño porque las hice para poder guardarlas en esas cajitas de lata que se venden por ahí. Solo tienen que completarlas con los nombres de sus personajes, agregarles más dibujitos si quieren (para más posibilidades de escenas), imprimirlas (recomiendo esas cartulinas que se venden ya cortadas en tamaño carta, A4 u oficio) y recortarlas :D Cuando dejamos a nuestra mente que se ponga a jugar no hay bloqueo que no salga huyendo XD
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