¡Hola, amigos del Yermo!
Imagino que muchos de ustedes han de estar preparándose para los concursos de este año y pueden encontrar de utilidad todo lo que trate de cuento. Por eso hoy les dejo este post más bien breve, con un par de cosas interesantes que leí/aprendí mientras trataba de cumplir con un desafío pendiente desde hace muchos años (y con el cual el Forajido Nabetse me insistía constantemente): escribir un cuento de terror.
El terror es, junto con el humor, uno de los subgéneros que me parecen más complejos de lograr, dado lo particular del efecto que pretende conseguir. La línea que separa una obra de terror de una obra ridícula o patética es muy tenue (como lo vemos con frecuencia en las películas de dicho género), y no dar el paso en falso que nos arroje a ese indeseado otro lado es algo que requiere de suficiente pericia.
Por ello fue que comprender estos dos detalles que les voy a anotar me resultó de enorme ayuda.
1. El terror está en lo que desconocemos
"La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido."
H.P. Lovecraft
Lo dice claramente uno de los grandes maestros del tema y aparte es algo que la vida nos va enseñando enseguida: lo que más nos asusta es aquello que escapa a nuestra comprensión del mundo. Una vez que lo desconocido va adquiriendo formas conocidas, nos sentimos mucho más preparados para enfrentarlo y el miedo empieza a desvanecerse.
Si buscamos una historia que ilustre con brutal claridad este punto, basta con ver la película "Señales" con Mel Gibson. [SPOILERS por delante... si se puede considerar spoiler hablar de una película del 2002]
Todavía me resulta difícil olvidar el escalofrío que me recorrió la espina dorsal con la brevísima escena del alienígena sobre el techo. Una escena que duraba lo que un pestañeo y donde el espectador apenas llegaba a distinguir una figura oscura y grande sobre el techo de la granja, parada al lado de la chimenea.
Pero la película seguía su curso y más adelante tendríamos una escena en el interior de la casa, cara a cara con uno de los invasores extraterrestres, al que se mostraba claramente, hasta el detalle de que su piel tenía la habilidad de mimetizarse con las superficies cercanas. Así es como terminamos con un alienígena a cuadros, igual que la camisa del hijo del protagonista, al que sujetaba en brazos. La sensación de terror se nos fue por el drenaje y la película naufragó en las aguas de lo ridículo. El miedo ante aquello que apenas pudimos vislumbrar se diluyó ante la comprensión de aquello que terminaba pareciéndose bastante a lo conocido y hasta tenía un toque absurdo e innecesario.
2. El terror nace de los dramas intrínsecamente humanos
No recuerdo muy bien donde leí esto, pudo haber sido quizás una conclusión a la que llegué después de haber leído este artículo que daba recomendaciones para crear personajes vampiros que no "apesten" (en el sentido valorativo, no olfativo).
Los monstruos y terrores que reinan en nuestras pesadillas están ligados a los dramas más intrínsecos del espíritu humano. La soledad, el hambre, la crueldad, el abandono, el dolor, el sufrimiento. Todas las tragedias que embrujan la vida real encuentran su lugar en las buenas historias de terror.
Son estas tragedias que como especie compartimos las que atizan los miedos más hondos. Esos miedos que van en serio y vuelven a hacernos compañía en las noches de insomnio.
El problema, al final, no es tanto el lobo, sino la vulnerabilidad de Caperucita.
3. Dos lindos ejemplos
Como soporte de estas dos teorías, quiero dejarles dos cuentos de terror que me gustan mucho, algo que me cuesta muchísimo encontrar.
En "La pata de mono" de W.W. Jacobs y "Fiesta de cumpleaños", de F.A. Real H, van a notar muy bien ambos aspectos.
Y ya nos contarán que les parecieron.
¬-(o_Ó)
PD: Los cactus del yermo les mandan muchos saludos.
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