jueves, 27 de febrero de 2014

No importa cuántas veces caiga (O sobre cuán difícil es cumplir los objetivos que uno se propone)



Hola Amigos del Yermo, ¿cómo están?

Casi sin darnos cuenta, estamos ya terminando el segundo mes del año y es un buen momento para hacer una revisión –antes de que llegue diciembre otra vez y nos pongamos a llorar sobre la leche derramada– de cómo nos estamos portando con respecto a los objetivos que nos hemos propuesto a fines del año pasado/comienzos de este, y que estaban destinados a ser como la brújula que orientara nuestro andar hacia las grandes metas que vamos eligiendo para nuestras vidas. 

¿Quieren saber cómo me ha ido hasta ahora a mí? Tal como ven en el simpático dibujo de hoy. Las tareas que me propongo cumplir consistentemente a fin de convertirme en un ser más productivo con respecto a mi escritura terminan siempre convertidas en ese indómito caballo salvaje sobre el cual mi voluntad es incapaz de mantener el equilibrio.

Y cuando, así como ahora, me doy cuenta de que estoy de nuevo tirada en el piso, solo me queda sacudirme el polvo de la caída y tratar de ponerme en pie una vez más. 

Pero antes de intentarlo de nuevo, revisemos brevemente la crónica de una caída anunciada. 


jueves, 6 de febrero de 2014

La gente desconsiderada y una teoría imprevista (relativa a los libros)




Hola, amigos lectores (O_O)/

El tema del post de hoy se me quedó rondando en la mente luego de haber compartido en Facebook este artículo sobre una supuesta disminución del interés en la lectura de ficción a nivel mundial y haber tenido allí una breve conversación sobre el tema con mi tocaya @lalapats, donde ambas estábamos de acuerdo en que la situación planteada por la autora del texto nos parecía algo exagerada. No veíamos el panorama tan negro como allí lo pintaban, pero sí estábamos las dos de acuerdo con una parte del artículo, que les transcribo a continuación:
¿Importa realmente que en el futuro sólo un grupo pequeño y selecto de gente lea novelas? Por supuesto que sí. No tiene que ver con el alfabetismo –aunque podría, si queremos tomar esa vía (si no hubiera aprendido a leer bien de chica seguramente no habría descubierto las novelas; ciertamente, nunca habría aprendido a escribir).
Tiene que ver con la comprensión.
¿Cómo podremos entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos contiene si no es leyendo ficción? ¿No es así como nos hemos hablado –consolado, estimulado y mejorado- a nosotros mismos durante miles de años? ¿Las historias no son acaso amigas y refugios?
Sé que parezco una iluminada trágica diciendo que la ficción y la ética están íntimamente ligadas, pero estoy convencida de que es así.
Leer novelas favorece la empatía o, en todo caso, nos hace ver que las cosas son complicadas; la ficción desata nudos.