Hola Amigos del Yermo, ¿cómo están?
Casi sin darnos cuenta, estamos ya terminando el segundo mes del año y es un buen momento para hacer una revisión –antes de que llegue diciembre otra vez y nos pongamos a llorar sobre la leche derramada– de cómo nos estamos portando con respecto a los objetivos que nos hemos propuesto a fines del año pasado/comienzos de este, y que estaban destinados a ser como la brújula que orientara nuestro andar hacia las grandes metas que vamos eligiendo para nuestras vidas.
¿Quieren saber cómo me ha ido hasta ahora a mí? Tal como ven en el simpático dibujo de hoy. Las tareas que me propongo cumplir consistentemente a fin de convertirme en un ser más productivo con respecto a mi escritura terminan siempre convertidas en ese indómito caballo salvaje sobre el cual mi voluntad es incapaz de mantener el equilibrio.
Y cuando, así como ahora, me doy cuenta de que estoy de nuevo tirada en el piso, solo me queda sacudirme el polvo de la caída y tratar de ponerme en pie una vez más.
Pero antes de intentarlo de nuevo, revisemos brevemente la crónica de una caída anunciada.